miércoles, 8 de octubre de 2014

Aúnnosemuybiencomollamaraestaentrada.


Ayer  volví a leer este fragmento del Alquimista:



Entonces fue como si el tiempo se parase y el alma del mundo surgiese con toda su fuerza ante él. Cuando vio sus ojos negros, sus labios indecisos entre una sonrisa y un silencio, él entendió la parte más importante y la más sabia del lenguaje que todo el mundo hablaba y que todas las personas de la tierra eran capaces de entender en sus corazones. Y esto se llamaba amor, algo más antiguo que los hombres y que el propio desierto, y que sin embargo resurgía siempre con la misma fuerza doquier que dos pares de ojos delante de un pozo. Los labios finalmente decidieron ofrecer una sonrisa y aquello era una señal, la señal que él espero sin saberlo durante tanto tiempo en su vida, que había buscado en las ovejas y en los libros, en los cristales y en el silencio del desierto.
Allí estaba el puro lenguaje del mundo, sin explicaciones, porque el universo no necesitaba explicaciones para continuar su camino en el espacio sin fin. Todo lo que el muchacho entendía en aquel momento es que estaba delante de la mujer de su vida y sin ninguna necesidad de palabras, ella debía saberlo también. Estaba más seguro de esto que de cualquier cosa en el mundo, aunque sus padres y los padres de sus padres dijeran que era necesario salir, simpatizar, prometerse, conocer bien a la persona y tener dinero antes de casarse. Los que decían esto quizás jamás hubiesen conocido el lenguaje universal, porque cuando nos sumergimos en él, es fácil entender que siempre existe en el mundo una persona que espera a otra, sea en el medio del desierto, sea en el medio de una gran ciudad. Y cuando estas personas se cruzan y sus ojos se encuentran, todo el pasado y todo el futuro pierde completamente su importancia y solo existe aquel momento y aquella certeza increíble de que todas las cosas debajo del sol fueron escritas por la misma mano. La mano que despierta al amor y que hizo un alma gemela para cada persona que trabaja, descansa y busca tesoros debajo del sol. Porque sin esto no habría ningún sentido para los sueños de la raza humana.

 Cualquier entendido en letras, que haya devorado pilas y pilas de libros dirá, que Paulo Coelho es un autor mediocre, que los hay mejores. Si les dices que te gustó El Alquimista, te mirarán por encima del hombro, asombrados de tu afirmación. Mientras sientes como en ese mismo instante, todo tu crédito, tus palabras y tu opinión pierden importancia. Claro que he leído a otros grandes autores que la gente prostituye nombrándolos una y otra vez con aires de importancia, pero aún con todo debo confesar que fui muy feliz la primera vez que leí el alquimista. Me dio lo que pocos libros me han dado, esperanza, alegría e ilusión. Por eso ahora creo que lo volveré a leer, porque más que en la casualidad, creo causalidad y en los encuentros en ciudades pequeñas.



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