lunes, 17 de febrero de 2014

El principito...

A veces cuando uno se hace mayor, puede volver a disfrutar de algunas cosas que de pequeño te entusiasmaban. Yo solía leer los libros con los ojos llenos de inocencia, con la mente creando mundo lejanos y con los sueños proyectados hacia realidades soñadas, nunca creí que no fuera capaz de no hacer nada. Porque de niño, parece que todo es posible, y cuando uno cree que todo es posible, vive mucho más feliz.

El Principito es uno de esos libros cargados de inocencia. No importa si lo lee un niño o un adulto, Antonie de Saint-Exupéry,  supo plasmar en sus hojas la capacidad de crear y de creer en uno mismo que un niño puede enseñarnos. Soy maestra, y el Principito también lo es, ya que ambos queremos enseñar a ver el mundo con unos nuevos ojos.

Creo que leer este libro nos hace verdaderamente humildes, porque en él, se encierran algunas de las mayores enseñanzas que podemos aprender, y más si el maestro, es un niño espacial y especial, como todos lo que siempre aparecen a nuestro lado a lo largo de la vida, dandonos un poco de su magia, de esa que aún cree firmemente que las mejores cosas, son siempre posibles.

De este libro aprendí tres grandes lecciones, en las que sigo creyendo cada día:

-Sólo se ve bien con el corazón lo esencial es invisible a los ojos.

-Me pregunto si las estrellas se iluminaran, con el fin de que algún día, cada uno pueda encontrar la suya

-Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos


Y esta es otra frase también muy especial, ya que cuando la leo, siempre viene a mi cabeza un zorro único en el mundo que ahora es mi amigo.



Be happy.


Ángeles Marto

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