sábado, 18 de mayo de 2013

A mí nada me agota, ni siquiera la lluvia.


En estos días de estrés y de lluvia en los que sientes que estás agotado, piensas que de un momento a otro, el más mínimo golpe te puede romper en mil pedazos.  
Pero resistes, y ves la fortaleza en la debilidad. Sacas el guerrero que llevas dentro y empiezas a visualizar la victoria. 
Es en ese momento cuando te das cuenta, que no puedes descansar todavía porque sin duda, lo mejor está por llegar.

Y una vez más, recurres al consuelo de las letras.

DAME LA MANO, AMOR, QUE NO PODEMOS...

Que eres como el cristal y 
Dame la mano, amor, que no podemos
descansar todavía.
Tendrás que recorrer conmigo el tiempo;
mira cuánta distancia hasta la nieve,
cuántos copos de tierra
para olvidar los ojos del pasado
y encontrar el mañana
con un beso en la boca.

Ya sé que estás herido;
que te fatiga
atravesar la noche
 y tienes miedo
de que, al final,
nos aguarde tan sólo la tristeza.

Ya sé que te rendiste
muchas veces al sol que deshidrata
todos los corazones;
pero yo te he salvado
trayendo un fresco arroyo hasta tus venas.

Si no puedes con todo
te llevaré en los brazos.
Has visto que soy fuerte
y que puedo arrasar todo el abismo.

Mataré los jaguares si se atreven
a acercarse a nosotros.
Antes de que emprendiéramos el viaje
cogí todas las armas
que tú me regalaste
y me mentalicé para la lucha.

Puedo con el desdén de las anémonas,
con la desilusión
de todos los reptiles,
con la envidia mortal del aguacero.
Apóyate en mi hombro.
A mí nada me agota,
ni siquiera la lluvia.

María Luisa Mora Alameda